Arreo alado.
No hace falta el alarido entusiasta ni el sapucay de aliento.Solo basta un suave silbido para acompañar el traslado de las aves por el manso arroyo.
Amigos.
Se conocieron cuando el invencible poste clavado en la tierra sujetó los bríos del potro salvaje.Se vuelven a encontrar en el solitario paraje,cuando el viejo palenque, escucha las memorias del caballo manso.
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